El caldo de piedra es un platillo prehispánico, creación de los antiguos chinantecos. Este platillo tiene su origen en la comunidad de San Felipe Usila, que nunca fue conquistada en su totalidad. … San Felipe Usila es una comunidad con muchas fuentes de agua y una vegetación exuberante.
Este platillo tiene su origen en la comunidad de San Felipe Usila, que nunca fue conquistada en su totalidad. Prueba de ello es que no existen obras coloniales en la región y además, hasta la actualidad, los indígenas conservan su lengua materna, el chinanteco.
Ni se diga que el típico platillo caldo de piedra fue reservado celosamente por los nativos durante mucho tiempo, quienes mantuvieron en secreto su tesoro cultural.
San Felipe Usila es una comunidad con muchas fuentes de agua y una vegetación exuberante. Los primitivos chinantecos labraban las piedras grandes que se encontraban a la orilla del río, dándole forma de olla, utilizando los utensilios del diamante, que abundaba en la región antes de la invasión europea.
La forma cóncava que le daban a las piedra era de 50 a 70 cm de diámetro, con una profundidad de 40 cm ,aproximadamente. Y en esas piedras preparaban el caldo de piedra para un grupo de veinte personas. Todos comían de la misma piedra, y es por eso que para nosotros el caldo de piedra no es un platillo común, ya que representa el amor hacia el prójimo, la unidad y la forma de trabajo colectivo.
Con el paso del tiempo, el caldo de piedra se empezó a realizar a la orilla del río, sobre la arena, de igual manera dándole la forma de olla, pero esta vez recurrieron a las hojas de pozole (parecidas a las hojas de plátano) para evitar que el agua se filtrara. Obviamente implementaron otras técnicas para que la piedra no tuviera contacto directo con las hojas y así no se quemaran. Y de igual forma comían sentados alrededor del caldo un grupo de quince a veinte personas incluyendo niños y mujeres.
Por último, los chinantecos modernos implementaron otra forma de preparar el caldo de piedra, desde luego respetando la misma receta, pero esta vez en un recipiente especial conocido como jícara. También a la orilla del río, pero ahora se come de manera individual y cada quien lleva su jícara.
Su preparación es en forma colectiva: Los hombres se dividen la tarea de pescar, seleccionar las piedras, buscar la leña y hacer la fogata para calentar las piedras al rojo vivo que van a agregarse a la sopa para llevar a cabo la cocción.
Otros distribuyen los ingredientes en la jícaras. Los cocineros entregan la jícara a sus esposas, sus madres y sus hijas, como parte de la ceremonia. También las parejas próximas a desposarse acuden a la orilla del río para “cerrar el compromiso matrimonial”. En ese sitio, con el apoyo de los varones de la familia, el próximo marido deberá de consentir a su futura esposa al prepararle el caldo, en una auténtica muestra de devoción y agradecimiento.